Ernest Miller Hemingway fue un escritor y periodista estadounidense, quien como corresponsal vivió un gran número de momentos históricos de su época.
Algunos de estos momentos marcaron su vída, quedando perdidamente enamorado de España y sus Sanfermines, así como en sus obras como novelista y cuentista, siendo uno de sus máximos exponentes dentro del siglo XX.
A continuación hacemos un recorrido por sus frases más célebres y su biografía.
1. Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte. Pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto.
2. El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar.
3. El hombre tiene corazón, aunque no siga sus dictados.
4. Conocer a un hombre y saber lo que tiene en la cabeza son asuntos distintos.
5. La gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre.
6. Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él.
7. Me quieres, pero aún no lo sabes.
8. La mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiar en él.
9. Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.
10. El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.
11. ¿Por qué los viejos despertarán tan temprano? ¿Será para tener un día más largo?
12. Ahora no es el momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que hay.
13. No hagas lo que sinceramente no quieres hacer. Nunca confundas movimiento con acción.
14. Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.
15. La forma de pensar de las noches, no sirve de nada en las mañanas.
BONUS
- Intenta comprender, no eres un personaje de tragedia.
- Sólo existen tres deportes: el toreo, las carreras de coches y el montañismo. El resto son simples juegos.
- Al oír un eco muchos creen que el sonido proviene de él.
- Sentía la soledad de muerte que llega al cabo de cada día de la vida que uno ha desperdiciado.
Biografía de Ernest Hemingway, el escritor atormentado
Una de las más destacadas figuras literarias es la de Ernest Hemingway, escritor estadounidense famoso no solo por sus relatos y novelas, sino por llevar una vida dura y apasionante, que también le forjó un carácter intenso. Nació el 21 de julio de 1899 en Chicago, Illinois. Su madre fue Grace Hall, quien enseñaba música, y su padre, Edmonds Hemingway, médico ginecólogo entusiasta de la cacería.
Ambos le hicieron vivir una infancia sumamente complicada, entre el apego profundamente religioso de su padre y la insistencia de su madre por vestirlo de niña, además de imponerle sus propias aspiraciones profesionales.
Primero quiso que fuera músico, por lo que le obligó a estudiar violonchelo. Más tarde, deseo que se convirtiera en médico.
No obstante, en lugar de ingresar a la universidad, consiguió un trabajo en el diario Star de Kansas City, lo que le llevó a viajar por distintos lugares de África y Europa. Más tarde sirvió en el frente italiano como conductor de ambulancias para la Cruz Roja, resultando gravemente herido a los diecinueve años. Lo dispensaron con todos los honores y regresó a Estados Unidos, donde trabajó de periodista.
Su papel durante la guerra sería uno de los factores más decisivos en su obra.
En 1929, estuvo de visita en España y durante la Guerra Civil de 1937, sirvió como corresponsal de guerra. En 1944 fue uno de los testigos en las playas de Francia, del histórico Día D, con el desembarco de los buques aliados. Durante las dos guerras mundiales, se hizo fama como uno de los periodistas y escritores de mayor influencia.
Algunas de sus obras más importantes fueron la clásica novela, El viejo y el mar, Hombres sin mujeres, Por quién doblan las campanas y Fiesta, que fue la que lo catapultó a la fama en 1926.
Le concedieron el Nobel de Literatura en 1954.
En la última etapa de su vida, Hemingway se vio aquejado por numerosas enfermedades y peripecias en las que milagrosamente sobrevivió. La malaria, el ántrax, la hepatitis, disentería, anemia, cáncer de piel y diabetes, fueron algunos de sus padecimientos; a la par de siniestros como una fractura craneal, tres accidentes de tráfico y el sufrimiento por heridas de metralla.
Sin embargo, todo esto le provocó severos problemas mentales que finalmente dejaron de atormentarlo el 2 de julio de 1961, cuando tomó su escopeta y se disparó para suicidarse, en su casa de Ketchum.