Obispo, filósofo y Padre de la Iglesia Católica; San Agustín, «patrón de los que buscan a Dios» dejó para la posteridad un gran número de enseñanzas, a través de su vida santa y sus frases célebres.
A continuación hemos recopilado algunas de sus mejores citas que, pese a contar con cientos de años de historia, siguen en plena vigencia y un hacemos repaso por su biografía.
1. Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
2. La medida del amor es amar sin medida.
3. Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
4. Todo el que cree, piensa. Porque la fe, si lo que cree no se piensa, es nula.
5. Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.
6. Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
7. La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.
8. El que no tiene celos no está enamorado.
9. Las lágrimas son la sangre del alma.
10. Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros.
11. Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.
12. Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.
13. Casarse está bien. No casarse está mejor.
14. No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
15. No se accede a la verdad sino a través del amor.
BONUS
- Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
- Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
- Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.
- Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja.
- Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.
¿Quién fue San Agustín?
El santoral de la fe católica cristiana tiene un extenso número de personalidades, a las que hoy en día, se les tiene como máximo ejemplo dentro de la creencia. San Agustín de Hipona es sin duda alguna uno de los más destacados, tanto por su vida como por su obra, que ha trascendido más allá de teólogos y religiosos.
Nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, un pueblo de Argelia que actualmente lleva el nombre de Souk-Ahras. Fue fruto de la unión entre Mónica, una cristiana devota y Patricio, quien era pagano.
Agustín fue educado dentro de los preceptos del cristianismo.
Tras concluir con su aprendizaje básico en Madaura, viajó hasta Cartago para seguir preparándose. Con veinte años se convierte en profesor de Gramática y también en proselitista maniqueo. Debido a que se aleja del cristianismo, su madre le impide regresar a casa, por lo que permanece en Cartago para enseñar Retórica.
Allí se hace muy aficionado a la lectura y destaca al escribir poemas. A los 26 años publicó su primer libro, De pucrho et apto.
Un año después se trasladó hasta Milán, donde gana fama como el “profesor africano”, apodo que le es dado después de demostrar sus amplios conocimientos en Retórica. Es allí donde se convierte al catolicismo, después de analizar un pasaje de la Biblia que le conmovió profundamente.
A partir de dicha experiencia, deja de ejercer como profesor y se marcha a Casisiaco en compañía de algunas amistades.
En el año 387 es bautizado por Ambrosio. Al año siguiente regresa a su pueblo natal, alertado por la muerte de su madre. Allí, repartió sus bienes entre los más pobres y se dio a la tarea de fundar un monasterio, donde al lado de sus seguidores llevó una vida dedicada a la reflexión y la asistencia de los más necesitados.
Para entonces, se había creado la reputación de hombre sabio, por lo cual llegó a ser consejero de personalidades de todo tipo.
No fue sino hasta 391 que viajó hasta Hipona, donde fue reconocido como sacerdote por el Obispo Valerio ante la aclamación de las personas mientras se encontraba en la iglesia de la ciudad. Allí, tanto sus escritos como su labor al predicar extendieron su popularidad por el Imperio Romano, destacando también por su compasión para con los pobres y los enfermos.
El 28 de agosto del año 430, San Agustín murió en Hipona.