El arte se lleva en la sangre. Y este vendedor de algodón de azúcar, sin duda, ha nacido con un don muy especial para hacer feliz a miles de niños con auténticas golosinas convertidas en esculturas esculpidas a base de mucha práctica.
Con la ayuda de una máquina, y su mucha destreza, transforma el algodón de azúcar en un hermosa flor que, desde luego, da pena luego llevársela a la boca, al menos, sin hacerse una foto con ella antes de degustarla.
A continuación puedes ver el vídeo de cómo en tan solo un par de minutos consigue atraer a su puesto un innumerable número de viandantes para ver su obra. Simplemente magnífico!
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